Donde supo haber cálidos amarillos hay mucho gris. Rostros, presencias, y nadie en verdad. Solo vos con tus silencios viscerales, te sigo. Antes. Nos acostamos juntos, nos besamos, desatamos nuestra pasión y reímos a carcajadas. Caminas erguido sin darte vuelta, seguro de que me sabes detrás. Yo, te sigo. Una caverna de piedra, de nuevo lo gris. Frío. Incómodo. Atravesarnos. Somos como esos tubos de hierro oxidados que pierden agua y nos salpican frío por encima de nuestras cabezas. Calma. Hace cuánto que cercana a vos no me siento en calma. Aceptación impune de destino que sabe amargo. Te detenés y giras, estas solo en vos y me sabes sin voz. De nuevo la gotera fría, la piedra y la playa anterior. Siempre me incomoda la arena húmeda sobre la piel.
Silencio.
Viajo en un colectivo de noche, no hay nadie más que yo. El destino. Me bajo. Esquina desolada naranja. Húmedos adoquines recortados destellan. Ahí parada yo y mi mochila. Sola.
Buenos Aires, invierno de 2017.
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