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Foto del escritorJulia Rebottaro

la prueba

Actualizado: 26 mar 2020


Yo vi un peluquero irse, nos vemos en otro momento dijo, y salió; quedó detenido unos instantes en el oscuro hall aguardando la subida del ascensor que posibilitaba su huída, ella abrió la puerta intentando detenerlo, pero él ensimismado en su abrupta decisión tan solo se fue.


Había sol pendiente en la tarde todavía, verdes líneas de arboledas florecidas sobre la lustrosa Avenida Alcorta fugaban desde el balcón.

El departamento tiene paredes que todo lo miran, diversos marcos repiten el mismo rostro firmado por la elite de los artistas plásticos contemporáneos. Aquella mujer sin edad y sin peluca se mueve segura observada desde su propia mirada.

El pequeño perro de cola peluda canta, aúlla su relato mientras ella, ama y señora, lo invita a lucirse frente a nuestras sorprendidas miradas.

Lamenta que se haya ido así, sin más, sin argumentos, le angustia creerse responsable de la decisión de renuncia, yo lo abracé, lo animé, le dije que podía corazón, lo traté bien, ustedes lo vieron ¿no es cierto?; todas asentimos, mientras intentamos seguir adelante con lo que nos convoca. Somos las agujas de un reloj moviéndonos a su ritmo, el compás lo marca ella.

Tomamos agua, café, comemos budín marmolado, junto a figuras de premios que son testigo y cimiento de su trayectoria.

Sale envuelta en seda dejando un aura estelada, es inmensa, su voz tiene el registro grave de su intensidad y entrega, le gusta pasearse por el pasillo mientras la fotografío dejando que la bata vuele y genere movimientos ondulantes con cada paso. Su vigencia y su porte parecen inmortales, inquebrantables, hasta que no quiere más. Ya pasó suficiente: pantalones, blusas, sombreros, tapados; esta bombacha no, yo así no salgo, es dura no me gusta, no no no, dame la camisa azul, me queda linda pero esa bombacha verde no, no no no; tose se muestra cansada, el sol del atardecer se cuela entre las hendijas de la persiana e ilumina cálidamente su cuarto, quiere terminar, quiere descansar, se toma un café con leche y algo recupera, aun falta pero todo huele a final.

Revisa los anteojos, los pañuelos, las cajas con aros, tiene el control de todo, conoce la ubicación de cada qué al detalle, ordena, con amabilidad ordena, demanda, exige, meticulosa obsesión de quién tiene el rigor del trabajo; se distiende, se pelea, se agota, dispara frente a mí, es cabeza dura, ella quiere algo y no va a cambiar de idea, yo creo que mejor iría con un chal, las conozco a estas mujeres, son amigas, siempre en todo momento llevan un chal en los hombros, pero ella no va a querer porque es cabeza dura y cuando no quiere algo no cambia de idea.

Terminamos todas exhaustas en su living, cada quien atajando su juego, ella agradece, y vuelve a arremeter, yo solo lo animé, ustedes vieron, fui amable con él, porque después que no anden diciendo que yo… pero no quería, que los clavos, la cabeza de madera, el spray o la peluca, eso hay que resolverlo, yo voy a hablarlo, la de canas es preciosa pero, comieron torta? Todas asentimos, contenemos, agradecemos.

Desaparece luego de un abrazo a lo profundo de su hogar, yo me quedo enrollada en caracol como la escalera, conmovida, cargada entre bolsas, caños y zapatos.


Inspirado en Graciela Borges. Noviembre de 2017, en Buenos Aires.

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