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Foto del escritorJulia Rebottaro

En-sueños de verano

Ella se levantó

Sentada al borde de su cama

Con las arrugas del sueño en el cuerpo

Tomó sus dos pequeñas perlas y las colgó en sus orejas

Miró al sol filtrarse en los recovecos de la persiana

Dejó encandilarse y enceguecida por la primer claridad

Se puso de pie

Sucedió el abrazo, firme calidez de esa sujeción

El cuerpo cediendo frente al gesto

Tomó la correa de soga y abrió la ventana de lleno al día

Sintió el verano

Silencioso, amarillo, intrigante

En movimiento

Ella conduciéndose al baño

La brisa cálida bailando con las traslúcidas cortinas verdes.

Levantó la seda por sus piernas, se dejó acariciar por el roce del camisón

Y orinó

Sentada allí

Recuperó las grandes manos tomando sus muslos, deseosas y amables

El estremecimiento, la sensación

Incorporada abrió el grifo, corrió el agua

Entibio y lavó su cara

Humedecida frente al espejo miró su boca

La entendió besada

Sus senos entumecidos

Duraznos maduros para el disfrute de lo dulce y jugoso

Lo áspero de la toalla sobre los poros abiertos

El sosiego.

Caminó, atravesó cada ambiente sigilosamente

Dentro de sus pasos, en la geografía de su hogar

Ella extranjera

Su todo poseído por roces ignotos

Agarró un vaso

Con el gotero contó 4 gotas de manzanilla

Agregó agua y bebió

Dejó inundarse por lo dulce

Rebalsó su cuenco de boca

Mojó su cuello

Abrió ríos en sus curvas

Consintió que sucedan

Recorridos nunca transitados.

Supo del soplo intenso que avisaba tormenta.

En silencio sentó su cuerpo en el sillón del living

Junto al ventanal

Las arqueadas pestañas de sus ojos circulares

Contuvieron lágrimas

El teléfono en sus manos

Ninguna palabra

Silencio, miedo al rugido

Del rasguño, del quiebre

Raspó cada dedo, quebró la piel

Mordió las cutículas

Evitó el mensaje

Ancló su presente, quedó inmóvil

Las nubes corrían despacio

El cielo se encapotó

El gato de un salto se arrullo junto a ella

Se recostó y contempló el afuera

La clausura oscura y sin tiempo

Adentro

La punzó profundo

El llanto quebrado la ovilló.

Durmieron.

La suavidad del roce animal

Frotó el arco de sus pies

Despertó casi sonámbula

Era el día, ya no había hora

Deslizó los dedos de su mano

Cavó su entrepierna

Desenredó su pubis

Encontró miel

Un gemido, una caricia

Se retorció placentera y profunda

Hurgó sus cavidades animada al goce

Estiró sus piernas

Parecían serpientes

Lustrosas, erguidas, desafiando a la presa

Arqueó su espalda

Y gritó.

Bien despierta

Miró hacia los costados

Se sintió observada

Se supo sola

Incorporó su todo en un solo movimiento

El horizonte despejando atesoraba más calor.

Abrió la ducha, se sumergió

Recorrió sus perfiles

Espumó blanco y frondoso su pelo

Lo brotó con agua, lo dejó mojado

Salió estampada en mil gotas

Resplandeció en aceites sus pliegues

Anduvo desnuda dejando su huella

Grabada sobre madera

Del ropero eligió cuatro cosas

Sandalias livianas

Vestido invisible rosado

Pezones bien despiertos

y un bolso que colgó improvisado en su hombro derecho.

Afuera atardeció naranja, las baldosas rojo profundo

Caminó recto

Solo ella

El resto estaba quieto

Llegó al viejo bar

Olía a tabaco y vasos vacios

Armó un cigarrillo y uno más

Encargó whisky con dos hielos

Y bebió

Los volúmenes abruptamente despertaron

Se encendió algún rock and roll

Allí quedó sentada

Suspendida

Mientras el vaso empañaba su compás.

Buenos Aires, Enero 2018.


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