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Foto del escritorJulia Rebottaro

el viento surca la espera

Obra de un solo personaje.



El personaje

Una mujer de 40 años. Tapado ceñido en la cintura de paño mostaza, un botón. Saquito de hilo color rojo tierra o bordo. Camisa natural abotonada. Falda de tweed. Medias. Zapatos mocasines con taco. El pelo peinado lacio hecho con toca, tiene las puntas para afuera y descubre bien su rostro.

El espacio

Se presenta vacío. Solo el personaje, los sonidos y la música son los que sugieren el contexto. Una silla thonet, un perchero de pie de madera, una caja grande de cartón, una polvera antigua, porta retratos, libros de poesía y una piedra son los elementos escenográficos y de acción que el personaje mismo irá introduciendo en cuanto lo demande el texto.

Acto 1.

El espacio está vacío. El personaje está ubicado en la parte izquierda del escenario.

Ella está sola en un bosque pequeño del fondo de su casa, parada debajo de los arboles ve filtrase el sol entre las ramas, los haces de luz dibujan sobre su cuerpo ramas y hojas, escucha el canto de los pájaros.

Sus manos sujetan una piedra ovalada pequeña que frota y acaricia mientras espera y deambula cargada de angustia en silencio.


Hay música (algún jazz melancólico, suave, tenue, calmo) se oye atravesado por el canto de pájaros, la brisa del viento y la corriente del arroyo pedregoso.


Su mirada está fija más allá de la escena, la luz direccional solo la centra a ella mientras recorre el bosque, mira el cielo, luego hacia delante, se reposa en algún robusto tronco, espera.


Dialoga mediante silbido con algún pájaro que impone su canto, ella le contesta y así unos instantes.


El juego animal la distiende, su rostro tenso por la pena, se sonríe. Se sienta en el suelo, se recuesta entre las ramas, acomoda y sus dos manos abrazan la piedra sobre su pecho, la acaricia como si fuese otra mano.

Llora, en silencio llora, se acurruca y llora. Se duerme.

La luz se vuelve más tenue y la abraza en silencio. El cuadro queda fijo e inmóvil (quizás 30 o 40 segundos)


se silencia primero la música, luego los pájaros, luego la brisa y finalmente solo se oye la corriente del arroyo


ella duerme.

Apagón total y 15 segundos más del sonido del arroyo.

Acto 2.


Negro.

Luz que la enfoca. Duerme en el piso. Se despierta con la ropa desaliñada, se incorpora, siempre con la piedra en la mano, atraviesa caminando el espacio hacia el sector derecho del escenario, bajo un haz de luz acomoda una silla thonet de madera y un perchero, se quita el tapado y lo cuelga, se sienta de espaldas al público apoya la piedra en su falda y se recoge lentamente su pelo en un rodete bajo, con una antigua polvera se pinta con talco las canas en escena, el movimiento de su mano es suave acariciándose la cabeza dulcemente.

Se incorpora erguida y mira el horizonte en dirección al bosque (tiene la piedra en la mano y no deja de acariciarla), espera, está detenida.

Se oyen teléfonos que suenan, voces superpuestas, reclamos con angustia, llantos.

Ella mira en el horizonte el atardecer (que le ilumina el rostro) y sigue acariciando la piedra con sus manos, la piedra se cae, el golpe produce el silencio

(se apagan todos los sonidos abruptamente)

ella se agacha a buscarla y de cuclillas la recupera y llora un llanto contenido. La luz direccional se queda en ella hecha un ovillo con su llanto (30 segundos quizás).

Suavemente se incorpora, su espalda está erguida nuevamente y atraviesa la escena (en dirección al sector izquierdo) llega al bosque acariciando su piedra y

(se oye) el cantar de los pájaros, el cauce del arroyo y las hojas secas que pisa

está sola y triste,


un piano comienza a tocar una melodía simple y amable.


Ella cada tanto abraza y agradece entre murmullos las condolencias de algún otro (invisible) que se acerca a saludarla. Las sombras de los arboles la marcan, la cubren hasta que todo se vuelve muy detenidamente negro. La luz se vuelve más tenue y la abraza en silencio.


Se silencia primero el piano, luego los pájaros, luego la brisa y finalmente solo se oye la corriente del arroyo,


ella continúa parada muy rígida acariciando su piedra con las manos.

Apagón total.


15 segundos más del sonido del arroyo.

Acto 3.


Negro.


Sonidos del amanecer en el bosque, los pájaros de la mañana, el arroyo corriendo


Ella se descubre con la luz que va subiendo de intensidad parada erguida en idéntica posición como al final del acto 2.

Contempla en silencio la copa de los árboles, la luz del Sol se filtra entre las hojas,


se oyen pasos sobre las hojas secas


y ella se sobresalta ilusionada, pero es el perro que viene a saludar. Lo acaricia, una lágrima cae venciendo la ilusión. Se la seca y se incorpora.


Los sonidos del bosque van desapareciendo hasta el absoluto silencio.


Camina hacia el extremo del escenario donde está la silla y el perchero, todo el espacio está iluminado, busca fuera de escena una caja grande de cartón, se arrodilla junto a ella, la revisa amorosamente, desempolva con la mano un par de porta retratos, algún libro de poemas que revisa entre melancolía y sonrisas y se detiene en un recorte de diario, la suavidad del rostro se le vuelve piedra, se queda inerte en silencio unos instantes. Vuelve a la caja, guarda todo dentro de ella, incluso la polvera, la silla, el tapado y el perchero; guarda la piedra en un bolsillo de su tejido y carga la caja, incomoda pero la carga, recorre todo el espacio y sale de escena.

Silencio. Espacio vacío. Todo iluminado.

Acto 4.

Espacio vacío e iluminado.

Tenue sonido de ciudad.

Ella relata en voz alta off

- En la espera se me fueron ajando las arrugas,

despedí a tu padre enmudecido de dolor,

respondí a llamados alertando falsamente tu presencia

en poblados ni nombrados.

Ella ahora con su tapado puesto, la piedra entre sus manos y un andar decidido se traslada caminando con paso firme por todo el espacio relatando,

Me reuní con dios y con los diablos.

Me parece ayer que te tuve a mi lado.

El aire era fresco entonces

y mi ánimo estaba intacto.

Nada volvió a ser igual.

No hay día que no te espere.

No hay sábado en el centro que al cruzar alguna joven no me parezca verte.

…así, radiante, como estaban tus 20 eternos años.

Sigo esperándote cada día esté donde esté.

Entendiendo que vos conoces cada paso que doy.

Que te adelantaras el día que nos reunamos.

Me creo eterna,

porque tengo la certeza que no voy a morir sin volver a verte.

A veces el paso de los años, la ausencia de respuestas y el escepticismo

me hacen sentir vencida…

Cuando vuelvo a escuchar

que nadie sabe nada de vos desde la última tarde que te vieron,

despidiéndote en esa esquina.

Y después,

pummmm.

Versiones de un auto o dos.

Contradicciones de quienes te llevaron,

mareantes desinformaciones moviéndonos en falso.

Y el angustioso tiempo que pasa

Mientras nos desgarramos esperándote por acá.

Es el amor por vos y la necesidad de volverte justicia

las razones

que a pesar de todo

hoy me tienen de pie.

Termina su texto se ubica en el centro del escenario y emite un grito, aullido gutural, que la contorsiona y la desgarra.

Apagón final.

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